By Byron Ramirez Ph.D.
•
June 11, 2025
Cada mañana, Isabel abría su pequeño taller antes del amanecer, aunque nadie aseguraba que llegaría un cliente. No heredó fortuna, solo poseía una idea: reinventar la forma de vestir a su comunidad. Mientras otros dormían, ella soñaba despierta, hilando futuro entre telas. Así comenzó su historia como emprendedora. El emprendedor está motivado por la posibilidad de que sus productos y servicios puedan agregar valor a la sociedad. Pero también está consciente de que, para operar de manera sostenible, necesita generar ganancias. Los emprendedores tienden a reevaluar constantemente sus productos o servicios, mientras examinan el mercado en el que compiten y la forma en que producen y distribuyen sus ofertas. Ellos entienden que, para sobrevivir la intensa rivalidad y competencia que enfrentan, deben encontrar formas de innovar continuamente. La necesidad de competir de manera efectiva conduce a que los emprendedores apuesten por la innovación, ya que esta también facilita la creación de valor. Este es el proceso denominado "destrucción creativa". Joseph Schumpeter acuñó este término para describir el proceso de cambio desordenado, donde las ideas, productos, empresas e industrias enteras son desplazadas por nuevas innovaciones. Schumpeter sostuvo que la principal contribución de los emprendedores a la sociedad es abogar por el cambio y la disrupción, y al hacerlo, ayudan a avanzar a la sociedad. Schumpeter estableció conceptualmente al "emprendedor como innovador", siendo el emprendedor una figura clave en el impulso del desarrollo económico. Schumpeter argumentó que la innovación es un factor crítico del cambio económico. Indicó que el cambio económico gira en torno a la innovación, las actividades emprendedoras y el poder del mercado. Schumpeter afirmó que el poder del mercado originado en la innovación podría proporcionar mejores resultados que la competencia de precios y la ‘mano invisible’. Además, sugirió que la innovación a menudo crea monopolios temporales, permitiendo ganancias anómalas que pronto serían disputadas por imitadores y rivales. Explicó que estos monopolios temporales eran necesarios para proporcionar el incentivo requerido para que otras empresas desarrollaran nuevos productos y procesos. Por consiguiente, el emprendedor introduce cosas nuevas, procesos y perspicacia empresarial con el propósito de transformar innovaciones en bienes económicos. Y el emprendedor está dispuesto a asumir el riesgo asociado con introducir el cambio. Las actividades innovadoras de los emprendedores alimentan un proceso de ‘destrucción creativa’ al causar disturbios constantes en un sistema económico en equilibrio, creando así oportunidades para generar ingresos y beneficios. Por lo tanto, el emprendimiento interrumpe el flujo estacionario del sistema económico y de esta manera inicia y sostiene el proceso de desarrollo económico. Al ajustarse a un nuevo equilibrio, se generan otras innovaciones y más emprendedores entran al sistema económico, introduciendo nuevos productos y servicios, fomentando así el progreso. De manera similar, las empresas emprendedoras participan en la destrucción creativa y así logran captar una parte del mercado al reemplazar empresas que han fracasado en producir productos y servicios valiosos. El proceso de destrucción creativa incentiva a las empresas a desarrollar nuevos productos, servicios y procesos; de lo contrario, no sobrevivirán a largo plazo. El emprendimiento abarca la entrada al mercado de nuevas empresas, pero también respalda el desarrollo de actividades innovadoras en empresas existentes que les permiten crear valor continuo. En este sentido, la innovación puede caracterizarse como el desarrollo de un nuevo producto, servicio o proceso a medida que la empresa emprende nuevas combinaciones de los factores de producción. La innovación es un proceso complejo y dinámico que requiere compromiso, recursos e inversión. Muchas veces, las empresas modifican su modelo de negocio existente, reorganizando la forma en que desarrollan un producto o la manera en que entregan nuevas funcionalidades o servicios a sus clientes. Las modificaciones a un proceso organizacional existente, a un modelo de negocio existente, o incluso a un método de prestación de servicios, son todos ejemplos de cómo se aprovecha la innovación para buscar una mayor efectividad. La innovación puede caracterizarse como el desarrollo de un nuevo proceso o producto (o servicio) que satisface nuevos requerimientos y/o necesidades del mercado existentes. Drucker nos dice: “La innovación debe centrarse en una necesidad específica que satisface, en un resultado final específico que produce.” (Drucker, 1985). La innovación permite que productos, procesos, servicios, tecnologías e ideas más eficaces estén disponibles para los mercados y la sociedad. Como resultado, la innovación es utilizada por la empresa como un medio para satisfacer las necesidades de los consumidores; como una herramienta para competir con otras empresas en un mercado existente; y como un instrumento para ingresar a un nuevo mercado. Por lo tanto, la innovación incrementa conceptualmente la probabilidad de que la empresa logre eficiencia económica a corto plazo, y puede permitirle establecer una posición más competitiva a largo plazo. No obstante, la empresa se enfrenta a limitaciones internas (por ejemplo, el costo de insumos) y limitaciones externas (por ejemplo, la competencia en el mercado) que hacen que sea difícil subsistir. Además, los rendimientos marginales decrecientes influyen en la capacidad de producción de la empresa. La innovación puede considerarse esencial para el éxito de las empresas y para la supervivencia económica a largo plazo. Según algunos académicos, la innovación puede ayudar a mejorar la supervivencia a largo plazo de una empresa, ya que puede mejorar su oferta de línea de productos/servicios al tiempo que le permite establecer una ventaja competitiva sobre otras empresas (Antonelli, 2003; Lundvall, 2007; Porter, 1990; Schumpeter, 1936; Teece y Pisano, 1994). Vale la pena señalar que la empresa que elige innovar lo hace basándose principalmente en la información que tiene sobre las preferencias, deseos y necesidades de los consumidores en su mercado. En otras palabras, la empresa innova porque reconoce la oportunidad y el valor de satisfacer las necesidades y deseos de los consumidores a corto plazo y ve la inversión en innovación como un medio para también posicionarse eficazmente a largo plazo. Drucker nos recuerda: “La innovación sistemática y con propósito comienza con el análisis de las oportunidades” (Drucker, 1985). Y dado que la empresa enfrenta competencia, la innovación se convierte en una vía a través de la cual la empresa puede diferenciar sus productos o servicios. La innovación es la materialización exitosa de una idea útil, donde la idea es comercializada. La innovación también permite a la empresa reconfigurar sus recursos de manera más eficiente, y por lo tanto le permite aumentar su productividad, con la implicación de que esto puede ayudar a aumentar sus ganancias. La innovación ha ayudado a construir empresas y a hacer crecer y desarrollar industrias. Por ejemplo, hace apenas dos décadas, las empresas tenían dificultades para gestionar la gran cantidad de información y datos relacionados con sus interacciones continuas con los clientes. Desde 1999, Salesforce ha revolucionado la forma en que las organizaciones hacen seguimiento de las interacciones con los clientes y gestionan sus datos de ventas. Desde su fundación, Salesforce ha desarrollado múltiples versiones de sus productos, dando lugar a un sofisticado software empresarial basado en la nube que respalda la gestión de relaciones con los clientes (CRM). Las soluciones innovadoras de Salesforce incluyen la automatización de fuerza de ventas, servicio y soporte al cliente, automatización de marketing y comercio digital. Salesforce ha permitido a grandes organizaciones automatizar sus procesos de ventas y marketing y volverse cada vez más eficientes, al tiempo que se convierten en gestores eficaces de los datos e información de los clientes. La innovación no es un proceso lineal. Por el contrario, es un proceso altamente iterativo de reconsiderar muchos factores internos técnicos y operativos, y factores externos, con una interpretación en constante flujo de cómo la empresa podría continuar desarrollando y ofreciendo productos y servicios. La empresa en la que se fomenta la innovación debe apoyar las diversas iteraciones, interacciones y transacciones necesarias para respaldar los esfuerzos de innovación. El emprendedor, que no le teme a la incertidumbre ni al riesgo, es capaz de gestionar este proceso dinámico. La innovación que aborda una necesidad o deseo del mercado aporta valor a la sociedad. Sin embargo, la innovación requiere que las empresas analicen sistemáticamente las oportunidades que se presentan. Por lo tanto, el emprendedor y la empresa emprendedora deben desarrollar la capacidad de observar y percibir las necesidades cambiantes de las personas. El emprendedor debe entonces centrarse en ofrecer una solución que satisfaga un conjunto específico de necesidades o deseos. Esto implica que la innovación debe ser manejada con propósito. Y también requiere que el emprendedor no solo sea disciplinado, sino que esté dispuesto a invertir en la adquisición de conocimiento que pueda aplicarse productivamente. Tanto el emprendedor como la empresa emprendedora deben reevaluar continuamente sus productos y servicios, analizar el mercado en el que compiten y reconsiderar la forma en que producen y distribuyen sus productos y servicios. Al adoptar la innovación, abogarán por el cambio y la disrupción, y ayudarán a avanzar a la sociedad. Referencias Antonelli, C. (2003). The economics of innovation, new technologies and structural change: studies in global competition series. New York, NY: Routledge. Drucker, P. (1985). Innovation and entrepreneurship: practice and principles. New York, NY: Harper Business. Lundvall, B. Å. (2007). National innovation systems—analytical concept and development tool. Industry and innovation, 14(1), 95-119. Porter, M. E. (1990). The Competitive advantage of nations: creating and sustaining superior performance. New York: Simon and Schuster Inc. Schumpeter, J.A. (1936). The Theory of Economic Development, Second Edition. Cambridge: Harvard University press. Teece, D., & Pisano, G. (1994). The dynamic capabilities of firms: an introduction. Industrial and corporate change, 3(3), 537-556.